Foto de portada : Capilla de los Barrionuevo – Parroquia de San Ginés (Madrid) – CRISTO RESUCITADO atribuido a Luis Salvador Carmona, del siglo XVIII
Este puede ser posiblemente el articulo menos cofrade que haya escrito. Lo hago porque en realidad necesito desahogar de mi pecho esta situación que me tiene con tanta ansiedad.
Me va a servir como excusa para arrancar, estar delante del resucitado atribuido a Luis Salvador Carmona que los madrileños disfrutamos en San Ginés y que bien podía ser el protagonista en un Domingo de Resurrección madrileño, libre de procesiones.
Es por la tarde y estoy en San Ginés, a donde he acudido a un nuevo funeral de otro amigo más, fallecido a causa del covid cuando tampoco le tocaba. La enfermedad nos lo ha arrebatado. A él seguramente le ha robado un buen puñado de años de vida, los de la jubilación recién alcanzada y bien merecida para disfrutar, de ahora con tiempo suficiente, poder ayudar a su hijo en las tareas del cuidado y educación de su nieto. A su hijo, quien a sus veintiocho años llora desconsolado al recordar a su padre, el maldito virus le ha arrebatado el ancla donde asegurarse, donde acudir cuando las cosas de la vida terrenal apretaban. Y bien sabía lo que era que le apretase, siendo de siempre, huérfano de madre. «Carlos, no le he dicho que le quiero todas las veces que se lo merecía y ahora no voy a poder hacerlo…...».

Escribo porque estoy harto, hastiado, cansado, decaído, y seguro sobrepasado por todo esto. Veo en mí y en mi entorno las secuelas que deja la pandemia y estoy razonablemente preocupado.
Una situación donde los porcentajes habituales de implicados en cada proceso han cambiado y o no queremos verlo o no nos queremos enterar. Me explico con un ejemplo práctico. En esta sociedad, todos deberíamos estar implicados en el reciclaje y cuidado de la naturaleza, ya que es bien común y legado que dejaremos a las generaciones venideras. Quiero creer que somos mayoría quienes lo hacemos y que pasa por ser una minoría quien no lo hace. Minoría que no se le tiene en consideración, ya que no soporta en el corto plano lo que supone no hacerlo y a la que no se le aplica ninguna consecuencia restrictiva o incluso penal.
Pues bien, en el tratamiento de la pandemia, también somos mayoría los que cumplimos, las normas y acatamos lo que se nos manda. Pero en este caso, la minoría que no lo hace, no debe tener esa consideración de ser “minoritaria”. Uno solo individuo, una sola persona que reme a contracorriente, que no cumpla las normas, nos deja a los demás en la estacada, pudiendo provocar por sí solo y a corto plazo desastres irreparables, como por ejemplo la muerte de seres queridos. Una persona que no hace lo que toca, me parece una cantidad insoportable.
Me he dado cuenta que para salvarnos del covid no valen términos como la mayoría o muchos, y si TODOS y A LA VEZ.
Me desespera ver las múltiples normas, contra normas y contradicciones de nuestros políticos y nuestros dirigentes. ¿Son conscientes que una norma equivocada provoca muertes?
Me desconsuela leer cosas como “salvar la Semana Santa”. Me horroriza escuchar a incapaces e indocumentados proponer retrasar dos semanas la celebración de la Semana Santa. Como si eso fuera posible.
Veo con mucha tristeza como se realizan cientos de protestas, con el lema que yo resumiría “QUE HAY DE LO MÍO”, egoísta e hipócrita.
Me ha irritado escuchar estos días como al que se le prohíbe realizar una manifestación en pro de sus derechos, acusa a la parte contraria de “criminalizar” el colectivo como si fuera la causa de la pandemia.
Prohibir una manifestación, cerrar un bar o no permitir reuniones familiares, no criminaliza ni al que la propone la manifestación, ni al dueño del establecimiento, ni al nieto que quiere ver a su abuelo. En realidad busca ponérselo difícil al virus cabrón que no se para en barras, en esos sitios donde los humanos nos reunimos.
El virus es pandemia y nos acecha, por que ha podido atacarnos en lo más básico y común que somos como sociedad mundial, las relaciones humanas. Y así, nuestro mundo latino, mas dado al contacto, a la cercanía, a la reunión comunitaria, a los besos y abrazos, vamos a palmar en mayor medida que en otros lares.
Escuchemos a los médicos y a científicos que conozcamos, sin sectarismos ni ideologías. Usemos el sentido común. Nuestro sistema límbico primario, que nos dio el carácter como especie hace miles de años hará el resto.
Somos una sociedad de ahora o nunca y sinceramente, si algo he aprendido en estos cincuenta años que tiñen de canas mi cabeza, que nada es urgente, ni siquiera la llegada de la muerte.
Está más que claro que no hay que dejar de hacer lo que como cristianos, en una Cuaresma y Semana Santa cualquiera, nos toca, queremos y debamos hacer, así que hagámoslo.
Pero sin ponernos en riesgos innecesarios, porque al año que viene, volverá seguro la primera luna de primavera y os quiero aquí a todos al pie del cañón.
Carlos Elipe Pérez
