DE COSTALEROS Y DE LAS COSAS EXTRAORDINARIAS…. por Juanjo Granizo

DE COSTALEROS Y DE LAS COSAS EXTRAORDINARIAS, QUE VAN A OCURRIR EN MADRID

La verdad es que no tenía claro el tema de este mes. En febrero se agolpan los acontecimientos para las hermandades de penitencia y uno va saltando de una cosa a otra sin tiempo para meditarlas.

Noticias hay, y de sobra, de una naturaleza u otra y no sé si merece la pena dedicarle unas líneas a alguna de ellas. Y problemas de fondo también los hay que bien merecen una palabritas de reflexión.

Para empezar, me voy a quedar con lo bueno: y voy a cubrir de incienso la presentación de un nuevo libro sobre la Archicofradia de Medinaceli, obra de Enrique Guevara, sin duda la gran novedad editorial y literaria del año sobre nuestra Semana Santa.

Se echa en falta que Madrid hable de sus hermandades y más aún, que se escriba con la palabra de un gran conocedor de nuestra Semana Santa como lo es Guevara.

Una ciudad que ha generado una ingente cantidad de literatura, música y arte dedicada a sí misma es muy tacaña para hablar de sus devociones más queridas.

Madrid da para hartarse de contar historias bonitas, apasionantes, ejemplarizantes y también, a veces, estremecedoras.

Es lo que tiene esta ciudad tan abierta y dinámica.

Por cierto, Guevara será el pregonero de la Semana Santa de 2019 en esta hermandad, poniendo La Lira de Pozuelo, un año más, la parte musical… y adelanto que la banda nos regalará una sorpresa más.

Será un cartel de lujo. Un acto a la altura del Señor de Medinaceli.

Me atrevo a decir que la Exaltación de la Semana Santa de la Esclavitud de Medinaceli ya se ha hecho un puesto de honor entre los conciertos y pregones que las hermandades de Madrid organizan esos días tan señalados.

Ese es uno de los caminos que harán más grande la Semana Santa de Madrid.

Más incienso del bueno para Los Gitanos. Como anuncié en esta columna hace unos meses, han logrado organizar un concierto homenaje a los Font con motivo del centenario de la celebérrima marcha “Amarguras” en la misma plaza de la Villa, donde residía su autor en el momento de la composición.

Gloria pura en el mismísimo corazón de la Corte y un puente más entre las ciudades del Guadalquivir y del Manzanares…

Y lo digo sin rechifla, que Madrid nunca tuvo río, pero siempre estuvo sobrado de agua.

“Fui sobre agua edificada, mis muros de fuego son” decía en castellano antiguo una leyenda al pie del blasón de la ciudad en el siglo XII, descrita por López de Hoyos.

Agua tenemos. La decisión de trasladar la corte a la villa se debió a la presencia del Alcázar, su posición central en la península y a su excelente abastecimiento de agua gracias a la sierra del Guadarrama.

De otras cosas no andamos tan sobrados y aquí regreso a uno de los problemas de fondo de nuestras cofradías, en general.

Muchas hermandades están anunciando que necesitan anderos, costaleros u hombres de trono para sus pasos.

Nuestras hermandades siguen siendo pequeñas objetivamente…y muy pequeñas para el tamaño de nuestra ciudad.

La gente “de abajo”, los que van debajo de los pasos, son una parte más del entramado de una hermandad. A primera vista, solo son claramente necesarios en el momento de salir a la calle y armarse como cofradía, a no ser que se decida prescindir de ellos y solucionar la movilidad con las ruedas, solución que han adoptado algunas hermandades con toda la legitimidad y derecho, en función de sus posibilidades.

La falta de costaleros o anderos es un problema que llevamos arrastrando desde hace tiempo y no es exclusivo de Madrid, ya que se siente incluso en Andalucía.

Y las causas del problema: Muchas y seguramente diferentes para cada hermandad.

Hay más pasos en Madrid. En pocos años, dos palios y tres de misterio.

Cargar con un paso es una labor con una considerable exigencia física. No todo el mundo puede.

La demografía no ayuda. Los que pueden, por capacidad, son aquellos que están entre los 20 y 40 años, un segmento poblacional decreciente.

La práctica religiosa no acaba de remontar.

Con este mar de fondo, el caladero es cada vez más pequeño.

En general, la gente cada vez tiene menos valores y menos compromiso con la sociedad y el ser costalero requiere mucho de eso: compromiso.

Cuando daba clase en la Universidad a la mayoría de mis alumnos les costaba entender que pudiera emplear casi todo mi tiempo libre en bandas de música, belenes o hermandades. De esto hace cinco años, supongo que las cosas han ido a peor.

Otro elemento que podemos considerar es el trato que el costalero reciba en la hermandad. Cosas se oyen sobre este tema que tienen dos versiones, la del interesado y la de la hermandad.

Este asunto es delicado, porque habría que ver que expectativas tienen cada una de las partes, eso sin contar que cada uno es soberano de hacer con sus cosas lo que le parezca, tanto juntas de gobierno, como cargadores.

Este es un tema recurrente en todas las hermandades y cada vez que una junta directiva se plantea corregir una desviación, siempre surgen una cohorte de agraviados que avalan sus derechos con el argumento de “llevo yo aquí no sé cuantos años y ahora no me lo vas a cambiar tú”.

Otro tema es la monotonía. Todos necesitamos algo extraordinario en la vida que actúa como aliciente, como revulsivo. Algo que mueva los corazones, que nos ayude a sentirnos queridos, valorados y respetados y ello no tiene que pasar por salidas extraordinarias necesariamente.

No estamos nada sobrados de gente en nuestras hermandades.

Andémonos con cuidado, y seamos generosos. Generosos e imaginativos.

Si siempre hacemos lo mismo, siempre obtendremos los mismos resultados, así que quizás merezca la pena soñar un mundo nuevo.

Porque el mecer de los pasos sobre los pies de esa gente, la gente de abajo, es un sueño del que muchos no queremos despertar.

Juanjo Granizo.

 

 

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