SER NAZARENA, VESTIR DE MANTILLA por María Esther Peña Carrilero

   El contenido de hoy en esta web «UNA VIDA COFRADE» es una colaboración especial que nos retrotrae a la Semana Santa pasada. Mi hermana Mª Esther Peña, nos cuenta sus experiencias en esta su primera Semana Santa integrando comitivas procesionales.

Esther, muy agradecido por tu generosidad al escribir estas lineas.

 


SER NAZARENA, VESTIR DE MANTILLA

 

  Quien lo diría, de no pertenecer a ninguna Hermandad, he terminado siendo de dos, de “Los Gitanos” y de “El Pobre”.

  Tengo que reconocer, que durante un largo tiempo, fueron muchas las personas que me animaba a que lo hiciera, entre ellas mi madre, a la que siempre he acompañado a las Misas, Besamanos y actos en la Hermandad de Los Gitanos, de la que ella ya era hermana.

 

  Finalmente y por resumirlo, en Los Gitanos, he entrado por una promesa personal de esas que hay que cumplir si o si, aunque en lo más profundo de mi corazón, siempre me preguntaba qué se sentiría al pocesionar como Nazarena.

  En El Pobre, he entrado por la gran relación que desde siempre tengo con esa parroquia, no en vano es la Iglesia donde recibí mi Primera Comunión, siendo una niña, mientras vivía en el barrio.

  Primera fecha para enmarcar, el día 11 de marzo de 2018 me impusieron la Medalla en Los Gitanos, la providencia quiso que fuera en fecha especial para mí, por haber sido el cumpleaños de mi abuelo. Eran sentimientos muy encontrados los que afloraban, sabiendo de la promesa cumplida, y viendo las caras de felicidad de quienes me habían insistido a que me hiciera “Gitana”.

  El día de la imposición de la Medalla en El Pobre, otra fecha anclada en el corazón, el 24 de marzo de 2019, echando de menos a familiares, unos porque ya no se encuentran a mi lado y otros por no poder venir, agradecida siempre a los que pudieron y quisieron acompañarme.

  Seguimos sumando fecha a un calendario que queda ya en el terreno de lo memorable. Nunca se me olvidará: “Mi Primera Estación de Penitencia”, aquel 17 de abril de 2019, a las 20:45, hora señalada para que abrieran las puertas del Templo.

 

  Ese día, el tiempo no acompañaba, amenazaba lluvia. Tras la deliberación de la Junta de Gobierno, nos comunicaron que finalmente si íbamos a salir, acortando el recorrido, haciéndose la emoción y las lágrimas visibles en las caras de los que allí estábamos. El abrazo que me dio el Diputado de Tramo, que para él también era la primera vez que procesionaba en este puesto, dejaban a la vista, aflorando bien a las claras los sentimientos que todos teníamos.

  El tiempo caprichoso quiso que no pudiéramos completar la Estación de Penitencia. De vuelta al templo no había consuelo para mí. Me espera allí la persona por la que había hecho la promesa. Abrazada a ella, sólo pude decir “lo siento”. Me fui para casa, teniendo ese sentimiento de culpa, por no poder terminar la Estación de Penitencia de manera completa. Ya pasados los días, en la tranquilidad de la rutina diaria, te das cuenta que no es así, pero en ese momento tan especial no escuchas lo que te dicen, no hay consuelo para ti, solo piensas que no la has podido finalizar……

  Al día siguiente, Jueves Santo, 18 de abril de 2019, siendo a las 19 horas, estaba prevista la Estación de Penitencia en la Hermandad de El Pobre, siendo la primera vez en la que yo iba a procesionar de mantilla. El cielo decidió llorar de nuevo, tampoco pudimos salir. Las lágrimas volvían a caer por mi rostro, sin consuelo. La tristeza volvía a Iglesia dónde recibí a Dios muchos años antes.

  Tardé unos días en poder dejar de pensar por qué no pudimos acompañar a Nuestros Titulares.

  Cuando en la televisión o en procesiones veía llorar a la gente tras suspenderse una procesión, no lo entendía muy bien, si al año siguiente se puede volver a salir. Una vez vivida la experiencia, entiendes el dolor que se siente, sólo queda la esperanza de poder salir al año siguiente. Se queda una espina clavada que no se te va con facilidad.

  Aunque él Señor al igual que su Madre nos conceden el placer de estar a su lado durante el año, especialmente cerca en sus Besamanos y Besapies, sin que la lluvia lo interrumpa, queda mi deseo e ilusión puesta ya en la próxima Semana Santa, fecha en la volveré seguro a revestirme de Nazarena y lucir mantilla.

  Agradezco a Carlos Elipe la oportunidad que me ofrece para poder compartir mi experiencia en su, web Una Vida Cofrade.

 María Esther Peña Carrilero

 

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