Hoy es Viernes de Dolores. A punto de terminar la Cuaresma, los cofrades no aguantamos más y sin esperar al Domingo de Ramos, con sus palmas y su Borriquita, en Madrid deberían arrancar los cortejos procesionales. Es curioso como hoy, podríamos disfrutar en la Comunidad de Madrid del mayor número de procesiones con pasos llevados a costal. Ciempozuelos, La Fortuna, o el Puente de Vallecas verían rendir Culto a Dios, a través de nuestra fe, que es llevada a la calle en nuestras procesiones.
De todas, me voy a centrar en mi Hermandad, en mi barrio, en mis hermanos, y voy a llenar esta web de la buena gente de La Estrella, la del Ensanche de Vallecas. Hoy deberíamos , sin tener que mirar al cielo para ver si llueve o no, haber podido realizar la Estación de Penitencia y como no va a ser posible, he pedido a quien la haría conmigo, a quien me ayudaría a fajarme, a quien me tiraría la ropa, que me cuente como vive este día tan especial.
El primero es Javi, costalero de raza, sevillano, jartible, una voz que nos lleva, un zanco que nunca tocará el suelo. Siendo la primera vez colabora conmigo, es él el elegido para abrir los varios artículos de este especial VIRGEN DE LA ESTRELLA. ¡Grande Javi!
Carlos Elipe Pérez
VOLVERÁN MIS VIERNES DE DOLORES por Javier Hurtado Portillo
Viernes de Dolores, así le decimos al viernes preámbulo de toda una Semana de Pasión y Dolor, en el que se enaltece y venera a una Madre enlutada, con una espada atravesándole el corazón, con lágrimas en sus ojos y con sus manos de dedos entrelazados en señal de la angustia que brota de su alma.
Esta mujer llena de dolor está representando a todas las madres del mundo que han pasado por la prueba de amargura sin límite de ver morir a un hijo.
En estas semanas o posibles meses que estamos viviendo tan difíciles, podríamos decir que todos los días son Viernes de Dolores.
Dolor al ver a un ser querido enfermar por este virus invisible, o mucho peor, verlo partir.
También sentimos dolor al no poder abrazar ni besar nuestros seres queridos, a nuestros amigos, algo tan cotidiano que no reparábamos en lo importante que puede llegar a serlo.
Desde un punto de vista personal, hasta hace apenas cinco años, mi particular Semana Santa comenzaba cada Sábados de Pasión en mi Sevilla natal. Pero llegaron mis Viernes de Dolores en mi querida Hermandad de la Estrella, en el barrio que me ve trabajar a diario, el Ensanche de Vallecas de Madrid.
Tengo el gran honor de vivir los Viernes de Dolores siendo los pies de la Señora, de mi bendita Madre, la Virgen de la Estrella.
Junto a todos mis hermanos lo hemos vivido de muchas maneras, desde un cielo gris con algo de lluvia, a un cielo azul radiante de sol, pasando por quizás el Viernes de Dolores mas especial y triste hasta entonces, el año que realizamos la Estación de Penitencia en nuestro templo, junto a todos los fieles.
Como digo anteriormente el más triste hasta ahora, porque llegamos a estos días que nadie nunca ha podido imaginar que llegaríamos a vivir, ni en la peor de nuestras pesadillas.
Ya este año nos tocaba vivir un Viernes de Dolores difícil, al no poder seguramente, ver por las calles del barrio a nuestra bendita madre la Virgen de la Estrella, por motivos que ahora quedan en segundo plano, al inundarlo todo este virus invisible que nos hace sentir tanto dolor, no solo físico, sino también espiritual, dolor que superaremos, dolor que nos hará más fuertes, y del que aprenderemos cosas positivas.
Vivimos muy deprisa, y no valoramos lo suficiente el regalo que nos da Dios con la vida. Pues es momento de parar, mirar en nuestro interior y reflexionar.
Los momentos en los que nos enfrentamos a nuestro miedo es cuando más cerca nos encontramos de esa consciencia, ese entendimiento personal que nos permite saber que valoramos y que no, que deseamos que ocurra, que buscamos como seres humanos y conseguir un enriquecimiento interior.
Reflexionando, me di cuenta de que quizás estaba viviendo mi Cuaresma, mis Viernes de Dolores o mis Lunes Santo como nazareno en Sevilla con mi hermandad de la Redención de una manera demasiado “jartible”, como bien me definió en su día mi gran amigo y hermano Carlos Elipe.
En los momentos difíciles, tenemos que quedarnos con lo positivo y como el que hace una promesa, yo viviré mi Cuaresma y mi Semana de Pasión con la intensidad y la tranquilidad necesaria para poder disfrutar de cada detalle, como cuando era pequeño y mi abuela me llevaba a ver la Semana Santa de Marchena (Sevilla). Como cuando en pleno agosto oía desde la ventana los sones de una banda ensayando y le pedía a mi abuela que me llevara a ver los músicos. Como cuando durante todo el año, el único tema de conversación que tengo alrededor de una mesa con mi padre es de Semana Santa. Como cuando voy junto con mis padres a la “cuesta del bacalao” a ver procesiones, aunque mi madre se queje de que solo ve “alpargatas y potencias”. Como cuando mi madre me plancha la túnica para el Lunes Santo. Como cuando de jóvenes me llevaba, a la que por entonces aun era mi novia, a la carrera, de calle en calle con sus respectivas “bullas” para no perdernos ni un solo momento de cada procesión. Como cuando me prepara torrijas mi mujer en Cuaresma.
Detalles que a partir de ahora, me harán vivir mi pasión de manera especial.
Volveré a ponerme mi túnica y mi antifaz, volveré hacerme mi costal, volverán mis Viernes de Dolores.
Javier Hurtado Portillo
Fotografías de este articulo: @Cominihdad – Viernes de Dolores 2019.