¿Y SI FUERA NUESTRO VECINO? por Quique Solanes

 

   En una ocasión me preguntaron, que si pudiera elegir una época de la historia, a cual me trasladaría. Si dudarlo, coetáneo de Jesús de Narareth, vivir en el Jerusalén de la época y claro está, poder conocerle. Que idea tan maravillosa.

   Pero no hay que ser honesto con uno mismo, para saber que, de haber vivido en esa época, de haber estado en la mismísima Vía Dolorosa, presenciando la subida al Gólgota, con un enorme madero a cuestas, de un nazareno, azotado por los romanos y denigrado por los presentes, seguramente, más que Simón el Cirineo, hubiera sido, como la gran mayoría, un temeroso del orden establecido, de lo impuesto por los sumos sacerdotes, uno más de la plebe y no puedo asegurar que hubiera puesto mi vida en riesgo, por la de aquel hombre a punto de perder la suya.

   Reconozcamos que temiendo por nuestra vida física, nos hubiéramos parecido más a Pedro en esas horas cruciales, negando al Señor, tres o más veces.

   Y así, un día cualquiera, en una conversación cofrade, brotó esta  idea de mi cabeza y puestos a pensar, hablamos sobre qué pasaría si estuviéramos en presencia de Dios nuevamente encarnado en hombre, que pasaría si trasladáramos a Jesús al Madrid de nuestros días. Pues lo más probable es, que Jesús se pasara el día ayudando y predicando en la cañada real y no en la corte, y que tomado por loco, volvería a ser asesinado, en este caso un por delincuente en busca de una dosis.

   Recibió el guante de aquella conversación, mi amigo Quique Solanes, que ha querido regalarme, por escrito, que es como a mí me gusta, su reflexión al respecto.

   La Semana Santa también nos debe servir a los cofrades para mejorar en la fe.

  Disfrutémosla.

_________________________________________

¿Y SI FUERA NUESTRO VECINO?

   Siempre me planteé la frase “Yo estaré todos los días con vosotros hasta el final de los tiempos” y su interrelación con las Bienaventuranzas. Sin lugar a dudas, está cuestión no tendría mayor inconveniente si no fuera porque el destino cernía siempre al mismo punto: ¿Qué sería de Jesús de Nazareth si fue contemporáneo nuestro?, o un vecino!, o simplemente… un familiar.

   Sé que malentendido, pudiera sonar a blasfemia pero nada más lejos de la realidad.

   Permítame el lector situar a tan “peculiar hombre”, en nuestro círculo diario. ¿Qué ocurriría en nuestras vidas?, ¿cambiarían o serían lo que son ahora?. ¿Resultaría nuestro sino diario el mismo cruzándonos con Él?, o por el contrario, ¿comprenderíamos los comportamientos y actitudes de aquellos que celebraron con Jesús las bodas de Canaá, la invitación a la Última Cena o el mismo Gólgota?

   Cierto es que quien escribe estas líneas ya tiene una idea predeterminada que quizás condicione el texto presentado o la misma opinión del lector. Sea como fuere, se trata de una cuestión que nunca podremos demostrar por ninguna de ambas partes.

   Pero situemos el supuesto nacimiento de nuestro personaje en la misma fecha que cada uno de nosotros nació, eso hará más fácil la comprensión y planteamiento de todos y cada uno.

   En un mundo sin respeto, principios ni solidaridad, pensar que transformaría nuestra vida, además de quimera sería poco menos que una estupidez. ¿Por qué pensar que el Hombre del eterno perdón nos sanaría de nuestros “males” solo con mirarnos cuando nos negamos a observar la injusta sociedad que hemos creado? ¿Qué nos debería hacer pensar que iba a curar nuestros corazones, aquel a quien pudiéramos estar negando el pan del amor?

   Y es que nos duelen los prejuicios si los sufrimos pero no si los ejecutamos. Nos dañan las ofensas si nos lanzan miles contra nuestra persona pero no si las enviamos al corazón del prójimo, que no ya del hermano.

   Recuérdese la sentencia divina llegado este punto: “No sólo siete veces Pedro, perdonad hasta setenta veces siete”.

   ¿Por qué no somos capaces de perdonar?, y lo que debiera ser más directo, ¿por qué no hacer siempre el bien?

   Llegada esta encrucijada, cabe pensar si no mataríamos de nuevo en la cruz a Nuestro Señor, hoy día y cada uno de nosotros.

   ¿No lo hacemos con el familiar cercano?, ¿con el amigo?, ¿con el compañero?, y ¿si fuera cada uno de ellos el Mesías?: “Cada vez que lo hacías con uno de estos mis hermanos, conmigo lo hacíais.”

   Es igual si lo situamos en las Barranquillas o en Serrano, ayer u hoy, rico o pobre y es que el hombre ha llegado a un punto en el que ha hecho de la supervivencia un látigo con el que justificar cada acción propia y condenar la ajena.

   Creo firmemente en que el Señor me acompaña cada momento, se cruza conmigo en la calle, el supermercado y el rellano de casa cada día, me sonríe si voy en metro y se hace el encontrado o me espera aguardando en el Sagrario.

   Y si aquel joven andrajoso pero limpio, frío pero cálido, inquieto pero tranquilo, alocado pero sensato con pintas de drogadicto no fuera el que pide cada día en la calle un poco de amor en forma de pan, el que conozco como Chus, el hijo de la señora María y don José, sino mi hermano…. Jesús de Nazaret.

“Yo estaré todos los días con vosotros hasta el final de los tiempos”

Kike Solanes

Compartir en:

You May Also Like