Empiezo a escribir estas líneas en la víspera de la Navidad, a punto de nacer el Niño Dios y de ver morir a este 2018 que tan buenos y novedosos aires ha traído al Madrid cofradiero.
Un año, que nos trajo una Virgen del Dulce Nombre restaurada y renovada, la salida de Medinaceli a hombros de sus esclavos y la llegada de una nueva talla de la Virgen de la Esperanza para las Tres Caídas de San Andrés.
Y así, a punto de saltar la orilla de 2018, ya miramos al año nuevo y nos preguntamos que nos traerá este 2019 que ya asoma tras la última página del calendario.
El pasado 1 de diciembre tuve la suerte de cenar en La Lira de Pozuelo con dos Hermanos Mayores de sendas hermandades con las que procesiona la banda de Pozuelo y de la larga velada cofrade de esa noche me he traído enganchadas en la pluma, dos bonitas ideas para el año que viene.
Ahí van…
Primero, la de Julio Cabrera, hermano mayor de los Gitanos, al que le gustaría recordar el centenario del estreno de una de las marchas más emblemáticas de la Semana Santa, como es “Amarguras”, compuesta según bastantes indicios en la madrileña plaza de la Villa de Madrid.
Porque la más sevillana de las marchas, parece ser que se compuso, si no toda, al menos una parte, en una vivienda situada en el corazón de la capital de los españoles.
Un siglo después, Amarguras ya es patrimonio de todos ellos, y no estaría mal, coincido con Julio, en que recordáramos este importante evento, que ya cuenta en Sevilla con un interesante programa de actos organizados por la Hermandad de la Amargura.
Sería un tanto para la villa y corte hacer un concierto en esa plaza, con un repertorio seleccionado de toda la familia Font, padre e hijos.
La otra idea, es de Miguel Angel Izquierdo, Vicehermano Mayor de Medinaceli.
Hace 80 años la portentosa talla del Señor de Madrid volvía a su ciudad. Tras los avatares y peripecias de la guerra civil, que le llevaron a Valencia y luego a Suiza, al finalizar la guerra civil la imagen fue repatriada por ferrocarril hasta Pozuelo de Alarcón, donde las vías se interrumpían como consecuencia de los daños ocasionados por la contienda.
El 13 de mayo de 1939, el Nazareno llegó a la Estación de Pozuelo y en reservado fue llevada hasta el convento de la Encarnación de donde salió en procesión la tarde del 14 de mayo, víspera de San Isidro, para volver a su templo junto al paseo del Prado.
Lo que sucedió en esa improvisada procesión hay que leerlo en los periódicos y en las crónicas contemporáneas, pero excede con mucho, la idea que podemos tener actualmente de una salida extraordinaria. Fue, sencillamente, una apoteosis.
Medicinaceli es la imagen más antigua de todas las que salen en procesión en nuestra semana Santa madrileña. Ha sobrevivido a asedios, guerras, revoluciones, incendios…como el propio pueblo de Madrid y como la ciudad que le hizo suyo.
Y como un milagro, el Rescatado volvía indemne a su ciudad, señalando que al menos la tribulación de la guerra había pasado.
¡Que gran oportunidad para revivir esa fecha y volver a recorrer esas mismas calles y plazas que le vieron excepcionalmente en mayo de 1939!
A las hermandades, les invito a lanzarse a por ello.
No hay nada más hermoso que correr detrás de un sueño.
Serían dos grandísimas oportunidades para reafirmar a Madrid como capital de todas las Españas. También de esa España que se busca y se encuentra en el Domingo de Ramos.
A Madrid, a los madrileños, nos toca responder. Estar a la altura.
Feliz año amigos, que el 2019 nos traiga salud, esperanza y amor a nuestro prójimo, a nuestras hermandades y a nuestra ciudad.
Juanjo Granizo