REY DE REYES por Elena del Rocío Romero Peralta

.

Mi año ha comenzado como siempre, envuelta mi mano en el cordón del Señor de Pasión y con el alfiler de mi Madre de la Merced colocado en mi ropa, en el lado izquierdo junto a mi corazón… siempre dándoles las gracias y pidiéndoles que no me dejen sola en mi caminar de cada día…

Para todos ha llegado un nuevo año, el ansiado 2021, el llamado de la Esperanza, pues anhelamos que toda esta “pesadilla” que estamos viviendo acabe y volvamos a esa vida que conocíamos y que nos habíamos acostumbrado a vivir. Ha llegado un año nuevo y, como si viviéramos en ese pasado ansiado, llegó la Veneración de Nuestro Padre Jesús de la Pasión…el año vuelve a comenzar como cada año…con Él… mi año, mis días, comienzan siempre junto a Él.

Este año me fue imposible acudir a verlo el primer día de Su Veneración, a pesar de que estaba deseando acercarme a Él, tenerlo un poco más cerca que cada día del año en su altar. Por fin llegó el domingo 3 de enero y por la tarde pude pisar el frío suelo de la Iglesia Colegial del Divino Salvador, el Señor se alzaba imponente sobre la magnífica peana de madera y plata que se le regalara por el 450 Aniversario de la Fundación de la Hermandad. Se presentaba ante nosotros sin la cruz y con sus manos atadas, ataviado con la túnica bordada en plata sobre terciopelo color corinto que bordara Jesús Rosado, según el diseño de Rafael Rueda inspirado en un grabado del siglo XVIII que realizara Pedro Tortolero. No llevaba la corona de espinas ni las potencias, despojado de esa realeza, Jesús se presentaba al pueblo más humano envuelto en la sobriedad del ambiente, con la elegancia y buen hacer de la Archicofradía.

Pero dejadme que os diga que todo eso lo advertí mucho tiempo después de entrar en la Capilla Sacramental. Me situé a la derecha del Señor, delante de la Señora pues desde allí los observaba a los dos, elevé mis ojos a Él y en ese mismo momento se llenaron de lágrimas, tantas que apenas podía verlo… y como si de algo mágico se tratara, en mi mente, allí, sólo estábamos los dos. Me vais a perdonar porque de lo que hablamos entre nosotros se queda, pero comprendí muchas cosas que había empezado a dejar de entender. Sentí su presencia en mi alma, su fuerza en mi corazón, su humanidad en mis manos… volví a ser suya de una manera más especial.

Cuando mis ojos se comenzaron a secar mi mirada volvió a posarse como tantas veces en su rostro, pues verdaderamente como dijera el Arzobispo de Sevilla D. Antonio Despuig y Damento: “solo le noto un defecto… le falta respirar”… Y así es, al Señor de Pasión sólo le falta respirar.

Obra cumbre del Barroco; para mí y para muchos la mayor y mejor obra de imaginería que existe. Pero es más, el Señor es más… el rostro del Señor de Pasión es el rostro de la Humanidad de Cristo, ese semblante que desde que decides ir a verlo ya te hormiguea el corazón, que se te estremece a cada paso que vas dando por la calle Córdoba hasta pisar el Patio de los Naranjos, donde “echas un ojito” a la ventana para atisbar su figura tras el cristal, antes de comenzar a subir esos cinco escalones que llevan al Cielo.

Me acerqué un poquito al Señor para poderme mirar en su mirar, aprovechando que estaba más cerca, pero os confieso que no me fue posible pues es tan grande el sentimiento que me llena cada vez que lo intento que nunca lo consigo ya que su mirada es tan profunda que me traspasa el alma. Al bajar mis ojos, llenos nuevamente de lágrimas, me quedé observando sus manos atadas, cada nudo que las envolvía me atravesaba el corazón, es algo que no puedo evitar, me duele ver al Señor atado, cautivo, a merced de los demás… y más humano lo veo, pudiéndolo todo es la misma imagen de la mansedumbre, del Poder pleno lleno de Misericordia…

El Señor de Pasión, obra perfecta de imaginería, elogiada, alabada, reconocida… pienso que el propio Martínez Montañés no creería que saliera de sus manos semejante talla, pues realmente es increíble que unas manos hayan logrado plasmar en madera tal perfección de un ser humano. Lejos de esa perfección, para mí el Señor es la propia Imagen de Dios Vivo, ese rostro que busco en mis oraciones y que me consuela al ver su perfil, al mirar mi medalla de Hermandad de plata que reposa en el cabecero de mi cama velando cada noche mis sueños.

Dejadme que os cuente que hoy 12 de enero hace justamente tres años que el Señor me llamó a sus plantas.

Para quien no lo sepa, yo se lo digo, hay un momento en la vida de ciertas personas a las que Jesús de la Pasión los llama, hace que sus pasos se encaminen hacia esa Capilla donde Él aguarda y desde ese mismo momento no puedes separarte de su presencia. Cuando llegas no sabes por qué estás allí, no sabes por qué la vida te ha llevado a ese rincón de Sevilla, pero te va atrapando y poco a poco vas comprendiendo que tu sitio es ese. Mi vivencia desde niña con el Señor no pasaba de verlo la mañana de Jueves Santo con mis padres, y observar cuando al entrar en la Iglesia mi madre lo primero que hacía era buscarlo y ponerse en la delantera de su paso a mirarlo, estudiarlo, admirarse de su grandeza y ante todo rezarle… esa niña que veía Su altar de plata  desconocía por completo lo que Dios tenía preparado para ella, pues casi treinta años después de esas vivencias iba a ser llamada para vivir en constante sintonía con el Señor de Pasión.

Como os he dicho, crucé las puertas de la Hermandad para quedarme el 12 de enero de 2018, y eso hizo cambiar muchas cosas de mi vida, dando un gran giro a mi existencia. Llegué a mi primera reunión de Abogados de la Merced, enamorándome del proyecto y desde ese instante  me siento una privilegiada por ser las manos de Nuestra Madre y Señora de la Merced en la atención a los cautivos, siempre intentando seguir las enseñanzas de Jesús.

La llamada del Señor de Pasión cambió el rumbo de mi vida… Él es Cristo vivo… mi Rey de Reyes.

Elena del Rocío Romero Peralta

12 de enero de 2021

Compartir en:

You May Also Like