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En mi anterior colaboración comentaba la importancia de los actos extraordinarios para la vida de nuestras Hermandades, el papel que juegan como hitos en la memoria e identidad del colectivo que son las Cofradías.
Vuelvo a ese tema aprovechando una efeméride que me tocó vivir en primera persona, ya que este tres de octubre se cumple el vigésimo aniversario de la Coronación Canónica de Nuestra Señora de la Consolación, Patrona y Alcaldesa de Pozuelo de Alarcón.
Para aquellos que no sepan que es una Coronación Canónica, aclaremos que es un rito de la Iglesia Católica destinado a exaltar una advocación mariana relevante por su antigüedad y devoción. La coronación se concede por el Papa o un Obispo a petición del interesado (Hermandad, parroquia….) tras examinar la idoneidad y oportunidad del acto. Es el más importante de los actos de devoción a la Virgen aprobados por la Iglesia.
Pero, ¿Cuál fue la importancia de la Coronación en la historia de la Congregación pozuelera?…Situémonos a finales de los 80 en esta localidad.
Pozuelo es un pueblo con su historia y tradiciones, como todos, pero a menos de nueve kilómetros de la Plaza de Oriente de la capital. Un pueblo que en 1980 tenía 30.000 vecinos que se duplicarán en menos de veinte años.
Pero si algo define Pozuelo es la dispersión geográfica y unas enormes diferencias sociales y económicas entre sus seis parroquias.
Aunque la Virgen de la Consolación es Patrona y Alcaldesa de la villa, su devoción está asentada en el llamado Pozuelo pueblo que se vertebra en torno a la parroquia de la Asunción. Y ese Pozuelo estaba cambiando a pasos agigantados: creciente envejecimiento, emigración de los jóvenes a localidades con viviendas más asequibles, bajísima natalidad y una fuerte inmigración de nuevos vecinos no vinculados a nuestra localidad, al principio españoles y luego, del norte de África e Hispanoamérica. Pese a la imagen de ciudad rica, la renta media de esta zona, es más bien modesta.
Ese aluvión de nuevos pozueleros jamás había oído hablar de nuestra Virgen, ni era fácil que lo hicieran porque en Pozuelo hay otras cinco parroquias e infinidad de conventos y santuarios donde oír Misa.
Pero con la Coronación también se quiso dar un empujón a un proceso de recuperación y modernización que había empezado a finales de los 80 del siglo pasado y que trataba de poner punto final a la crisis que muchas hermandades padecieron desde finales de los años 60 y sobre todo desde 1975.
En esos finales de los 80 se restauró la capilla donde se aloja la imagen de la Virgen, se redactaron nuevos estatutos, se repararon las andas…
Pero esto no era suficiente. Hacía falta mucho más para revertir la situación.
La coronación sirvió fortalecer la fe de los que ya éramos fieles, para acercarnos más aún a su manto de Madre y para presentar la Virgen de la Consolación en las otras parroquias de Pozuelo donde no se la conocía. En una ciudad tan diversa y dispersa como Pozuelo, nunca se había intentado algo así.
Y se hizo con metodología y con mucho tiempo: con dieciocho meses de antelación.
La imagen pequeña de la Virgen con su capilla, conocida oficialmente como la visitadora de enfermos, recorrió una a una todas la parroquias de las que Ella era también patrona. Se organizaron pregones, conferencias, exposiciones de arte sacro o de pintura….actos para todos los públicos, para todas la sensibilidades y en todos los sitios posibles.
Pero sobre todo, se explicó que se quería hacer y se aprovechó lo extraordinario de la situación para introducir cambios que de otra forma no habrían sido entendidos.
Fue la primera vez que la Virgen fue llevada solo por sus congregantes. Este anuncio sirvió para que más de 100 hombres, jóvenes en su mayoría, se afiliaran a la hermandad. Tras ellos vinieron novias, esposas, hijos…
Fue la primera vez que se exigió una vestimenta para ser andero, como requería la ocasión y fue el momento de introducir cambios escenográficos como la nueva corona, el andar del paso, el vestido de la imagen…
Para la institución fue un auténtico revulsivo, una toma de conciencia y un cambio de mentalidad que poco a poco, todavía va madurando.
Y al final del todo ese largo periodo esperaba la tribulación. El otoño de 1998 fue precozmente húmedo. Según se acercaba ese 3 de octubre la lluvia era la reina del cielo de Pozuelo y con una predicción de más agua, la junta de gobierno continuó con su plan de coronar a su Madre al aire libre para dar acomodo a las casi 3.000 personas que se esperaban. Fue un acto de fe de nuestro presidente Javier Ulecia que todos seguimos.
El tres de octubre amaneció entre brumas, pero contra todo pronóstico, tras ellas el azul de Madrid, ese inmaculado azul, se abrió paso tras las primeras estocadas del sol de otoño.
Media hora antes del mediodía, Nuestra Señora de la Consolación salía de su templo.
El sol palideció de envidia al verla encarar la puerta. Pero brilló y lo hizo con toda su fuerza. La Virgen salió casi en reservado, con sus anderos, la banda y guiada únicamente por su vestidor.
Sin corona, camino de su triunfal exaltación, estrenaba toca de malla dorada y llevaba sus mejores galas, siempre de blanco, como manda la tradición.
No llegué a verla de cara. Yo andaba detrás de ella, con una cierta distancia, para no romper el encanto. Las calles estaban quietas, pese a ser mañana de sábado, porque su pueblo estaba ya esperándola.
Y ese sol le incendiaba la toca y el oro de su manto. Acostumbrados a verla siempre salir justo en el momento en que el sol se ha escondido tras el Guadarrama, era un prodigio de blanca nieve y dorado fuego.
Los gladiolos blancos se bamboleaban orgullosos cuando los anderos marcaban el izquierdo.
Desbordando las previsiones, más de 5000 personas acompañaron a la Congregación ese día. Cuando Don Eugenio Romero Pose, que en Paz descanse, colocó en sus sienes la nueva corona de plata, La Lira de Pozuelo interpretaba el fuerte de “Virgen del Valle”.
Ya guardaba en su templo, por la tarde, el cielo rompió a llorar.
Pero ya no importaba. Fue un milagro y yo estuve allí para contarlo.
Juanjo Granizo
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Pd. La imagen de la portada que ilustra este articulo es del inicio de la Procesión de vuelta al templo el día de la Coronación.
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