CUANDO LA MADRE DE DIOS BAJA A LA TIERRA por Pablo Martín del Viejo

   Hoy os quiero hablar de uno de los eventos que quizá haya sido la mejor idea diseñada por las hermandades y cofradías en mucho tiempo: los “besamanos” y “besapiés” a nuestros sagrados titulares.

   En mi caso, en la Congregación de Nuestra Señora de la Consolación Coronada, este año será la segunda vez que lo realicemos. Es un acto al que le ponemos tanto o más esfuerzo que a nuestra procesión anual. Espero que con el tiempo se vaya consolidando y convirtiendo en un acto ordinario de nuestro calendario.

   La idea nació como nacen todas las ideas, no por casualidad, por providencia divina. Nuestra imagen, antes de salir en procesión el primer domingo de septiembre, durante diez días preside la nave de la iglesia, a la izquierda del Santo Cristo Resucitado. El día antes del comienzo de su novena, por la mañana, nuestro equipo de mayordomía y priostía proceden a su adecuación y vestimenta; una vez engalanada nuestra imagen queda custodiada, bajo llave, sobre el suelo de su capilla.

   Hace dos años, y después de engalanar a Nuestra Señora, mientras cerraba la cancela de la capilla, una devota mujer de nuestra congregación, la cual lleva varios años impedida y tiene que hacer uso de una silla de ruedas para poder desplazarse, apareció en ese momento y por casualidad en la iglesia. Al verla se me ocurrió volver a abrir la capilla y colocar una silla justo delante de la imagen de Virgen. La ayudé a recorrer los escasos veinte metros que la separaban de la puerta de la capilla y la dejé sentada, mirando a la Virgen del Consuelo frente a frente.

   Al ver a su Virgen tan de cerca, aquella mujer rompió a llorar y durante los más de quince minutos que pasé, aguardando junto a la cancela de la capilla, pude escuchar la conversación que esas dos madres mantuvieron. En ningún momento le pidió que la curara; le pidió por sus hijos y por sus nietos, le pidió por su marido y por toda su familia, le pidió hasta por mí…pero no pidió que la curara.

   En esos momentos me di cuenta de que si nosotros tenemos el privilegio de estar junto a la imagen de la Virgen en todo momento para asistirla. ¿Por qué no lo iban a tener el resto de pozueleros?

   Los fieles de la parroquia están acostumbrados a ver a la Virgen en lo alto de su retablo; en lo alto de su altar de cultos o en lo alto de su paso al procesionar, pero nunca frente a frente para conversar con ella, como lo hiciera esa mujer aquella mañana…

   Al año siguiente organizamos el primer “besamanos”. En aquellos días vi cosas que jamás creí poder ver. Vi a una mujer llorando de la emoción al tocar la mano de la Virgen; vi a niños mirándola y diciendo: ¡Mira mamá es la Virgen de verdad, mamá es preciosa!; vi a hombres romper a llorar de emoción y decir que se iban a su casa a seguir llorando para que nadie los viera; incluso a gente que decía: llevo toda la vida viendo a la Virgen de la Consolación, ¡Y no sabía que tenía pestañas!…

   En escasos días ese mar de sentimientos se va a volver a repetir; en escasos días nuestra Madre volverá a conversar cara a cara con nosotros, escuchará más de una petición, más de un agradecimiento y quizá también algún que otro reproche… En escasos días la Madre de Dios y de todos los pozueleros, bajará del cielo para darnos su consuelo.

Pablo Martín del Viejo

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