DE SAN ISIDRO A LA BEATA MARIANA por Juanjo Granizo

DE SAN ISIDRO A LA BEATA MARIANA.

Dos historias que se encuentran en Madrid.

 

Llegó mayo, florido y hermoso. Y no es que no quiera hablar de la Semana Santa…es que ahora no toca.

Y no, tampoco voy a hablar de la Virgen María y de las advocaciones Marianas de Gloria.

Si en hermandades de penitencia parece que es el sur el que se lleva los titulares, en esto del mes de mayo Madrid puede y debe ocupar un sitio relevante, porque la más universal de las devociones Madrileñas, San Isidro, patrono de la Villa, está a la vuelta de la esquina y este año conmemora el 400 aniversario de su beatificación, ocurrida en 1619 y que fue seguida unos años más tarde, en 1622, de su canonización.

Fue Felipe III el que se empeñó en llevar a los altares al bueno de Isidro, un pocero y labrador del siglo XI, ya que la capital del imperio español no había dado todavía un santo de una cierta entidad que estuviera a la altura de la grandeza que se supone que debía irradiar tan importante villa.

Aunque el rey hizo de ello una cuestión de Estado, San Isidro ya recibía la veneración de los madrileños desde poco después de su muerte ocurrida en 1172.

Años después de su muerte, sus restos fueron desenterrados para su conservación…aunque como es de todos conocido, el cuerpo estaba incorrupto, momificado, por lo que fue trasladado a la Iglesia de San Andrés un 15 de mayo, día que ha quedado consagrado como su fiesta.

La inauguración de la Plaza Mayor, acabada en 1618 se retrasó hasta el momento en que se confirmó la beatificación de Isidro al año siguiente, (Ysidorus Agricola, según un viejo códice del siglo XII) y además de las corridas de toros, tan del gusto de la época, se celebró una “justa poética” organizada, ni más ni menos que por el mismísimo Lope de Vega.

Claro que eran los años de los Cervantes, Góngoras y Quevedos, aquella Gran Armada de nuestras letras, que tan generosamente regó de la mejor literatura el Madrid de los Austrias.

El caso es que San Isidro, patrón de los agricultores, todavía es celebrado en muchos pueblos y ciudades de España y la América de habla española, haciendo de él nuestro santo más universal.

La Real, muy Ilustre y Primitiva Congregación de San Isidro de Naturales de Madrid ha organizado con motivo de los 400 años de la beatificación tres concursos: el de un cartel conmemorativo, otro de novela histórica y otro para la composición de una marcha de procesión.

Esperemos que este último engorde el flaco panorama musical cofradiero de la capital con una obra de primera calidad que sea interpretada por bandas de toda España.

Aunque Felipe III quería tener un santo madrileño, lo cierto es que en ese Madrid del siglo de Oro, ya había una mujer que vivía con fama de Santidad, aunque él, fallecido en 1621, no llegaría a verlo.

María Ana Navarro Romero era el nombre de esa mujer. Pasaría a la historia como la Beata Mariana de Jesús, copatrona de Madrid junto con San Isidro y contemporánea del proceso de Canonización de él ya que nació en la Calle Santiago en 1565 y murió un 17 de abril de 1624, fecha en la que iglesia católica celebra su festividad.


Cuadro: «La Beata Mariana de Jesús» – 1625 – obra de Vicente Carducho.
Museo Nacional del Prado – Óleo sobre lienzo, 223 x 141 cm.

 

Y ha sido precisamente la Semana Santa y su volátil fecha la que ha desdibujado del calendario a esta otra gran santa que Madrid ha dado a la historia, cuya festividad se ha trasladado este año al 23 de abril, martes de Pascua al coincidir la suya con el miércoles santo.

He querido recordar a la beata, aunque sea con un poco de retraso, porque es una de las grandes figuras de la religiosidad popular madrileña de todos los tiempos. La madrileña que aceptó los hábitos de la orden mercedaria, está enterrada en la Iglesia de Juan de Alarcón, una joya que adorna ese Madrid “al otro lado de la Gran Vía”, al lado de esa perla que es San Antonio de los Alemanes

Aunque María Ana se beatificó a finales del siglo XVIII, hasta hace unos años no se ha reabierto su proceso de canonización, cuando se ha documentado la curación de una niña de 14 años que sufría un cáncer con metástasis pulmonares.

La beata fue un personaje querido en el Madrid de su época, no solo por sus éxtasis y visiones místicas, si no por sus numerosas obras de caridad con los pobres y también por su don de profecía.

En una ocasión animó al embajador de Felipe III ante la Santa Sede que estaba tramitando la beatificación de San Isidro a que perseverara en su labor en Roma, ya que su labor tendría éxito en breve y se vería recompensada con la curación de su esposa que padecía una grave enfermedad crónica.

Así fue.

La biografía y la historia de la devoción a estos dos madrileños es una fascinante historia.

Aunque la mentalidad de ese tiempo hoy nos resulta extraña, profundizar en ese Madrid nos permitirá dibujar una fascinante estampa de esta ciudad siempre tan castiza, tan única e irrepetible y por ello, a la vez tan universal.

Esa ciudad en la que respiramos y trabajamos, pero que no vivimos, posiblemente porque no la conocemos… ese Madrid que aloja en cada plaza, en cada calle, en cada rincón y en cada edificio una historia que nos llenará de asombro.

La de Isidro y Maria Ana, son solo dos de ellas.

Juanjo Granizo.
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P.d. El cuadro que ilustra la portada es:
«San Isidro en Gloria»  – Anónimo – Siglo XVIII
Museo Nacional del Prado
Técnica: Aguada parda; Pincel
Soporte: Papel verjurado, amarillento
Dimensión Alto: 230 mm.; Ancho: 163 mm.
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