LA PASCUA TERMINA EN PENTECOSTÉS por Asunción La Moneda

Pasada la Semana Santa y tras unos días de asueto, retomo la actividad.

Nuestra vida cofrade no la debemos circunscribir a una sola semana, también debemos vivirla «de Pascuas a Ramos».

Y tampoco creo de debamos cerrarla a las hermandades penitenciales. Sin duda, el sentimiento de pertenencia a una hermandad y lo que esto significa, independientemente de la forma y manera de expresarlo, lo tiene un penitente de Miércoles Santo, como un peregrino que hace su camino en las arenas de Doñana.

Imbuido de la estrecha relación que la hermandad de los Gitanos ha tenido, tiene y tendrá siempre con las hermandades rocieras de Madrid, es el momento para poner la mirada en la ya próxima fiesta de Pentecostés.

Hoy escribe para esta página web, Asunción La Moneda, quien además de ser mi hermana en los Gitanos, pertenece a la Hermandad de Ntra. Sra. del Rocío de Pozuelo de Alarcón y quien con un precioso texto, nos cuenta como se llegan a entrelazar ambas realidades

Chon, de corazón, muy agradecido.

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La Pascua termina en Pentecostés


¿Qué hay más allá de mi salida procesional el Miércoles Santo por las calles de Madrid, acompañando a Nuestro Padre Señor de la Salud y a su Madre, María Santísima de las Angustias?

¿Qué hay más allá de ese cambio, casi brusco, de la túnica y el antifaz por los trajes de volantes y los botos camperos para presentarme ante la Virgen del Rocío?
Detrás de estos cambios de vestimenta, se esconde algo mucho más profundo que la simple manifestación de fervor popular, tradición, folklore, religiosidad y colorido.

Bien es cierto que procedo de una familia profundamente religiosa, con una mezcla muy equilibrada entre un padre jienense, cofrade para más señas y una madre soriana, muy castellana y muy respetuosos los dos con las cosas del Cielo y de la tierra. Y vas creciendo sin darte cuenta que dentro de ti han arraigado sus enseñanzas y su ejemplo, en alguna etapa de nuestra vida ensombrecidas, que no olvidadas, por el propio transcurrir de nuestra ajetreada vida, formar una familia, el trabajo, los hijos, etc…

Vivimos unos años en Huelva, donde el fervor popular por los pasos de Semana Santa y la Romería del Rocío, se vive en sus calles de una forma intensa, contagiando a propios y extraños, embriagándote con el aroma del incienso, del azahar, de las saetas, del Cristo del Perdón o de la Virgen del Rocío, del colorido de los trajes de volantes o la belleza de los caballos marismeños pastando en la marisma de la aldea del Rocío, calando en nuestras vidas casi sin darnos cuenta.

Y sin darte cuenta, también te vas haciendo mayor y madurando, y ese madurar te lleva a modificar lo exterior por lo interior, a seleccionar tus lecturas, a seleccionar tus  amigos, a seleccionar tu tiempo y te vas dando cuenta que Dios ha estado pacientemente esperando a que te dieras cuenta de su Presencia dentro de ti y que sin Él nada tiene sentido.

Cuando me pongo a escribir estas líneas, todavía resuenan en mis oídos los tambores y trompetas que acompañaron al Señor de la Salud, y me sigo preguntando ¿por qué hago esto, por qué me agarro a la manigueta del Paso y a pesar de mi torpeza y del cansancio, me aferro a ella un año tras otro?

Envuelta en música, el aroma, el silencio, el alma parece querer despegar, pero el cuerpo tantas veces torpe y mortal se lo impide. Queda el anhelo y el suspiro que le hace a uno identificarse con lo ALTO pero pisando fuerte el suelo.

Y hoy te puedo contestar que quiero, con mi pequeño gesto, glorificar al Señor,  mi Maestro, que hace mucho tiempo ya, recibió los honores y la gloria de este mundo. Que con mi amor, mi devoción y mi total entrega a Él, le glorifique con mi vida.

Hoy, domingo de Resurrección hemos oído misa ante la Virgen del Rocío y me acordaba de las palabras de Jesús antes de morir en la Cruz: “Madre, ahí tienes a tu hijo” y Ella con el Niño en brazos y el rostro sereno, espera pacientemente que la llegada del Espíritu Santo renueve e inunde nuestros corazones de amor, comprensión y perdón.

Con el corazón renovado y en la creencia de que “Jesús Vive”, acompañaré a Su Madre el día de Pentecostés. Cincuenta días pasan rápido…

Chon
16/04/2017

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