LLEVARÁ EL SOMBRERO PASTORIL por Ángel Ruiz

Llevará el sombrero pastoril.

La Divina Pastora de las Almas: pinceladas de su origen, devoción e iconografía.

Estoy realmente feliz. Feliz de poder presentarles el fruto de unos días de enriquecedora investigación en torno a la manera particular que, un gran número de personas en todo el mundo, tiene de mirar y entender a una mujer que todos conocemos y que, estoy seguro, a todos nos fascina por igual.

La figura de María de Nazaret es entendida desde tiempo inmemorial de mil formas imposibles de abarcar en su totalidad, hoy les presento a María como Divina Pastora de las Almas, como mujer itinerante que se echa a los caminos como en Ain Karem, que pastorea y guía; y que tiene una autoridad materializada en un báculo de amor maternal infinito.

De corazón les deseo que se deleiten al descubrir esta versión de la Madre del Buen Pastor tanto como lo he hecho yo.

 

El origen de la devoción.

Vengan conmigo al día 24 de junio de 1703, la Iglesia universal celebra la solemnidad de San Juan Bautista; un monje capuchino que la historia conocerá como fray Isidoro de Sevilla, reza bajo el coro de su iglesia conventual.

Hay quien dice que inspirado por el Cantar de los cantares, el religioso tiene una hermosa visión de la Madre de Dios representada de una manera que jamás había visto ni conocido.

Permítanme que rescate y les comparta el fragmento del texto bíblico por el cual, según la tradición, fray Isidoro llega a encontrarse con la Pastora.

“Oh hermosa entre las mujeres,
Ve, sigue las huellas del rebaño,
Y apacienta tus cabritas junto a las cabañas de los pastores.”

 

Maravillado por este canto y su visión tan reveladora, el fraile acude presto a solicitar los servicios del pintor Alonso Miguel de Tovar, a quien encarga, bajo una serie de instrucciones iconográficas que veremos más adelante, la realización de la primera imagen de aquella devoción tan novedosa y que por ese instante tan solo residía en el entendimiento del religioso: la Divina Pastora de las Almas.

San Isidoro fue el padre de la Pastora y Sevilla su particular Nazaret natal. Y esto es así porque el 8 de septiembre de dicho año 1703, festividad de la Natividad de Nuestra Señora, el maestro Tovar da por terminado el lienzo primigenio con la imagen de la Divina Pastora presentándolo al religioso. Este, maravillado por la obra y decidido a dar a conocer las misericordias que la Madre de Dios le había revelado mostrándose a sí misma como soberana del rebaño, coloca el lienzo de Tovar en un estandarte y parte en rosario público por las calles hispalenses; desde San Gil hasta la Alameda de Hércules, donde el fraile explica al pueblo fiel congregado su nueva forma de entender a María.

El pueblo de Sevilla, como fray Isidoro en su visión, queda conmovido ante tal representación de María y no tarda en comenzar a profesarle piadosa devoción.

Y tanto fue así, que apenas quince días más tarde, se constituye la primitiva hermandad en el templo de San Gil, encargándose al escultor Francisco Antonio Ruiz Gijón, una talla de vestir que sería bendecida en el año 1705.

 

La iconografía, el sueño de fray Isidoro.

Les contaba unas líneas atrás cómo fray Isidoro encarga al maestro Tovar el lienzo primigenio de la Divina Pastora, el religioso le encomienda esta tarea bajo unas concretas instrucciones. Instrucciones que nos dejan adivinar la posible intención del religioso de idear una devoción mariana que se ajustase a la mentalidad popular del momento.

Con ellas, guiando la mano del pintor, lo consigue, logra crear una imagen mariana que el pueblo haga suya, entienda y ame profundamente.

Veamoslas.

En el centro y bajo la sombra de un árbol, la Virgen Santísima sedente en una peña, irradiando de su rostro divino amor y ternura. La túnica roja, pero cubierto el busto hasta las rodillas de blanco pellico, ceñido a la cintura. Un manto azul, terciado al hombro izquierdo, envolverá el contorno de su cuerpo (…)

Me detengo en primer lugar en la indumentaria que fray Isidoro fija para María.

Aunque nuestra historia pastoreña se enmarca en el siglo XVIII, la indumentaria de la Virgen sedente en la peña que sueña fray Isidoro hace clara referencia a las Inmaculadas anteriores al siglo XV, cuando Beatriz de Silva tras una visión, inicia la moda de vestir a María de azul y blanco.

La Pastora se nos presenta con túnica roja y manto azul, manteniendo la tradicional alegoría mariana que hace referencia a la dualidad de naturalezas de Cristo, al revestimiento de gracia de la persona de María, o simplemente, a la conveniencia cromática de los pintores de la época.

El blanco pellico rompe la iconografía a la que estábamos acostumbrados, esa especie de “chaleco de borreguito” que nuestras madres imitaban al preparar nuestro disfraz de pastorcito para la obra de Navidad del colegio. El blanco pellico es la primera referencia que encontramos hacia ropas que hasta el momento, jamás se habrían asociado a la figura de la Madre de Dios. Aquí está el misterio, la Virgen se hace pequeña una vez más, familiarizándose con la cultura popular.

(…) y hacia el derecho, en las espaldas, llevará el sombrero pastoril, y junto a la diestra aparecerá el báculo de su poderío. En la mano izquierda sostendrá unas rosas y posará la mano derecha sobre un cordero que se acoge hacia su regazo. Algunas ovejas rodearán a la Virgen, formando su rebaño, y todas en sus boquitas llevarán sendas rosas, simbólicas del avemaría con que la veneran.

En el lienzo primitivo, el sombrero pastoril casi no se aprecia. Pero el extremo que percibimos nos da a entender que se trata de un sombrero de paja; propio de la gente del campo, María sigue tejiendo una única historia con su pueblo.

Completando el ambiente bucólico de la escena tenemos el cayado o báculo, instrumento tradicionalmente utilizado para conducir el ganado; alegoría de María como guía de todos los creyentes representados en las ovejas que la rodean, ovejas que comen las rosas de su mano que no representan otra cosa que las cuentas del Rosario. El pueblo fiel, los creyentes alimentados de la devoción a su Madre y guiados por Ella.

En lontananza se verá una oveja extraviada y perseguida por el lobo el enemigo emergente de una cueva con afán de devorarla, pero pronuncia el avemaría, expresado por un rótulo en su boca, demandando auxilio; y aparecerá el arcángel San Miguel, bajando del Cielo, con el escudo protector y la flecha, que ha de hundir en el testuz del lobo maldito.

Las instrucciones de fray Isidoro culminaban con este precioso detalle. La oveja en apuros. La magnífica alegoría del creyente alejado, condenado; que pide auxilio a su Pastora mediante ese Ave María del rótulo que sostiene.

Es Ella, entonces, quien acude presurosa en su ayuda poniendo a su disposición su salvífico amor maternal representado en el arcángel que rescata y libra del peligro del lobo a la oveja en apuros.

Si se fijan bien, habiendo terminado con el análisis de las palabras del religioso, hay un elemento en el lienzo que se nos escapa. Se trata de la corona de la parte superior, sujeta por dos pequeños ángeles en el aire.

Entendidos en la materia nos cuentan que fray Isidoro pidió al maestro Tovar el añadido de este detalle cuando estaba ya terminando la obra. No tiene otra finalidad que dejar claro que María, por encima de todo atributo, tiene condición de Reina Universal.

Así es como se nos presenta la Reina del Cielo desde la Sevilla de principios del siglo XVIII.

Desde el lienzo nos grita que acudamos a Ella raudos como las ovejas, que nos alimentemos de las rosas de su devoción, y que enarbolemos el cartel de su Nombre cuando hallemos peligro.

Porque no hay camino por el que perdernos, no existe senda oscura si de verdad fijamos la mirada en el báculo de la Madre del Buen Pastor.

Ángel Ruiz

 

 

El lienzo que ilustra el texto es:
Divina Pastora 
Alonso Miguel de Tovar
c. 1720
Óleo sobre lienzo 43,2 x 31,5 cm
© Colección Carmen Thyssen-Bornemisza

 

Bibliografía.
– “La Pastora Coronada”. 1703. Fray Isidoro de Sevilla.
– “El arte de vestir a la Virgen”. 2017. José Ignacio Sánchez Rico, Antonio Bejarano Ruiz y Jesús Romanov Ruiz.
– Museo Carmen Thyssen Málaga

Compartir en:

You May Also Like