Hoy toca de nuevo, una reflexión en voz alta, y como siempre que escribo, basada de experiencias personales.
He llegado a este mundo cofrade sin pedigrí y algo mayor. En casa, arraiga una profunda religiosidad con el bastión de mi tío, un cura de pueblo, y sin que le suene mal a nadie, donde las procesiones al sur del Sistema Central se han visto siempre desde un enfoque más folclórico, entendible si se conoce que soy fiel y rancio descendiente de la Soria profunda, agreste y despoblada. y eso que no dejo de ser y sentirme completamente madrileño y urbanita, uno es de donde pace.
Así, es ya en una vida adulta, cuando la providencia me lleva al mundo cofrade, y es el Señor de la Salud el que extiende su mano morena para recogerme en su seno. Con esta nula tradición, se entiende que mi acercamiento a las hermandades, lo hago desde la devoción a su titular, que te llama, a su manera, siendo esa llamada de una u otra forma irrenunciable, pero también desde un total y profundo desconocimiento de la cultura cofrade.
Como digo, esa falta de tradición y de cultura hace que incluso hoy, vaya de nuevas y que haya cultos, tradiciones o cosas simples que pese a pintar canas camino de la cincuentena, sigo descubriendo y siguen sorprendiéndome. Da gusto el llegar a una hermandad y que haya cosas que no conociéndolas, te llenen de fe, devoción y esperanza.
Pero claro, ha llegado un momento en que, tras un profundo proceso de trasformación personal, un interés desmedido por la asimilación de conocimientos y una buena retahíla de actos que pasan ya a engrosar el currículum en su apéndice cofrade, creo que se puede afirmar de mi, que soy un cofrade más, un cofrade al uso. Y así, sabiéndome cuasi capillita, hay una expresión que casi de manera continua aparece en esta, mi vida cofrade. Y es eso de que los cofrades “padecemos de tener la piel muy fina”, y como yo soy y me siento cofrade, no negaré que yo también adolezco de semejante y común “característica cutánea”.
Por eso hoy, a modo de confesión/desahogo y molestándome en sobremanera como me molesta, que de manera tan habitual vea al personal cofradiero el cómo se toma algunas decisiones de propios y terceros, “cogiéndolo todo con papel de fumar”, no puedo decir otra cosa que, el que esté libre de pecado, yo no lo estoy, que tire la primera piedra, y vea si no ha sido él o ella alguna vez el “ofendidito” o el artífice de las supuestas ofensas.
Mi manera de ser es difícil y soy consciente de ello. Soy consciente de todo esto, de cómo soy y de la imagen que proyecto a los demás cuando me conocen. En Los Gitanos, mi Hermandad de cuna, hay más de tres que han pensado al conocerme y no me ando con rodeos que soy un “estúpido integral” y en cierta manera, razón llevan. Una cosa es como eres y otra como haces que te vean los demás. Recuerdo en una imposición de medallas lo mal que le parecí a los nuevos hermanos por mi trato algo intransigente y las formas tan rígidas. Por rematar esa conciencia de lo que soy, he escuchado en una ocasión a un hermano, y de los de nivel, referirse a mí cómo “el chungo”. Y todo, cuando en la Hermandad he tenido trato directo con hermanos fundadores, que me acogieron y que en el caso de alguno de ellos, se han puesto a mis órdenes sin rechistar o casi.
Lo que puedo alegar en mi defensa, es que siendo consciente de tal vicisitud, lucho contra ella de la mejor manera posible, y no me ha dolido tener que pedir disculpas en más de una, bueno, en demasiadas ocasiones.
Volviendo al personal de piel fina y ofendido de continuo, me digo a mi mismo que, debo tratar de verdad a los demás como quiero que te traten, sin prejuzgar, escuchando y leyendo bien y hasta el final lo que se dice y publica, y como en verdad, ofende quien puede y no quien quiere, es más fácil ofrecer la otra mejilla y confiar en un pueblo cristiano congregado en torno a tradiciones centenarias, rememorando la Pasión de Jesucristo.
Y no era lo de opinar en público, ni mucho menos la idea inicial que tuve al crear esta web y pagar por un dominio propio, pero ya puestos y firmando siempre lo que se publica, ahí va.
Sin pretender nada con tanta palabrería, y sabiendo que esto nunca llega a ningún sitio, pero así de sencillo, sin prejuzgar a nadie, trata a los demás, como quieres que te traten.
Carlos Elipe Pérez