EPIFANÍA DE SMARTPHONE Y COFRADÍA por Ángel Ruiz

 

   Epifanía. Qué palabra tan grande.

   Epifanía no significa otra cosa que “manifestación”, porque el nuestro es un Dios que se muestra, se reivindica; el nuestro es un Dios con una voz, por el momento de infante, que grita un seguro y contundente “¡Aquí estoy Yo!” (siempre con mayúscula, por supuesto).

  Es evidente que esta fiesta nace del relato evangélico de la adoración de los magos, y casi siempre nos quedamos siempre en eso, únicamente en la visita de los magos y sus regalos.

  Pero hay mucho detrás; mucho más.

  Imaginen. Permítanme explicar la Epifanía de la mano de un pequeño relato en el que los protagonistas son ustedes, usted en particular, querido lector.

Sitúese tranquilamente en su casa, ya cansado de estas fechas navideñas que ha vivido, permítame la expresión, ‘como Dios manda’. La familia unida, comida en abundancia, panderetas, entremeses, misa del Gallo y hasta regañinas políticas en la mesa; lo que es una Navidad perfecta.

Con tanto trajín se le ha olvidado recibir la visita más importante, la que aguarda en la puerta de su casa año tras año; la que casi siempre se le olvida.

Pero no se preocupe ni se agobie, que está todo controlado. Todavía ni se imagina de lo que es capaz.

Recibe usted un mensaje, con una simple ubicación que le cuesta interpretar. Pero cómo va a dejar que pase, cómo se va a quedar con la intriga de saber qué está ocurriendo.

Sumido en la adrenalina navideña, se enfunda el abrigo y la bufanda con motivos polares que le regaló un tal Claus; y se echa a que Madrid recoja su aventura. Camina usted siguiendo la ubicación.

Al llegar, un gran edificio, la tarde invernal de Madrid ya lo viste de oscuridad y frío.

Alcanza a advertir en la penumbra una pequeña luz roja, casi imperceptible, pero se acerca.

“HA LLEGADO A SU DESTINO”, berrea su móvil provocándole un ridículo salto asustadizo que por suerte no ha visto nadie, o sí.

Continúa y, al fin, el destino: el Sagrario.

Su Navidad pasa a ser plena y completa al entender cuán importante es el misterio de la Eucaristía. Cuánto amor y cuánto poder hay en ella derramado. Por fin lo entiende y recibe, en un trozo de pan, a quien se negó a recibir la pasada Nochebuena en favor de Claus y los entremeses, ¿lo recuerda? 

 

   Pues esto mismo, ni más ni menos, es lo que ocurrió con los magos. Recibieron el aviso a través del medio que dominaban (en su caso la astronomía, en el nuestro el smartphone); se pusieron en camino por intriga (estamos en las mismas, hay cosas que no cambian nunca); y llegaron, justo en el momento en el que se les permitía darse cuenta de lo que contemplaban. Algo inmenso en lo que jamás habían reparado, pero que ahora se les mostraba en todo su esplendor, y si me permiten el símil cofrade, en todo su Gran Poder.

   Fíjense si es grande la celebración que les cuento, la primera vez que el Señor se muestra entre nosotros. El primer momento en el que todos los pueblos del mundo, representados en los magos, entienden Quién es el que ha llegado.

   Pero no acaba aquí porque nosotros, los cofrades, tenemos como siempre una misión especial. La de ser Epifanía unos meses después.

   Figúrense cómo es el Madrid en el que vivimos hoy. Somos nosotros quienes nos atrevemos a sacar un paso a la calle en esta gran ciudad en la que confluyen, como en las identidades de los magos, todos los pueblos del mundo.

   Somos nosotros quienes intentamos, primavera tras primavera, mostrar el Gran Poder del Dios al que seguimos a todas las gentes de la ciudad. Que se acerque quien jamás habría imaginado acercarse, que un smartphone retenga una fotografía del rostro de Cristo a pesar de que su dueño nunca habría deseado tenerla. Las cosas de la vida, y de la calle, las que hacen apasionante nuestra tarea.

   Reflexión hecha, solo me queda desearles un muy feliz año 2020.

   Recuerden empujar la carroza del rey Baltasar, que ahí comienza la cuenta atrás para nuestro sueño de canela y clavo.

     Nos vemos pronto.

    Felices Reyes, feliz Epifanía del smartphone.

   Ángel Ruiz.

 

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