Mis pasos me encaminaron ante esa plaza en la que late el corazón de Sevilla, llegando a la Basílica elevé mis ojos al dintel de la puerta y, por fin pude leer nuevamente “Jesús del Gran Poder”… mi corazón palpitaba y pisé el suelo del Templo. Al fondo, imponente y envuelto en un halo de luz, se alzaba el Señor… mi mirada quedó clavada en Él como si de un imán se tratase mientras me santiguaba. Seguí caminando con mis ojos humedecidos. Me situé en mi lugar de siempre, en el lado derecho de la Iglesia delante de la Imagen de la Virgen. Me arrodillé y comenzamos a hablar…
Tras terminar de rezar la Salve continúe observando a la Virgen, pues estaba preciosa, vestida de luto riguroso como se acostumbra en el mes de Noviembre… los encajes le enmarcaban elegantemente su dulce rostro, me percaté de ese puñal que nunca deja de llevar sobre su pecho y recordé la palabras de la Profecía de Simeón: “Este Niño está puesto para ruina y resurrección de muchos en Israel, y una espada traspasará tu alma, para que sean descubiertos los pensamientos de muchos corazones”… “Una espada traspasará tu alma” repetía en mi mente, una espada, un puñal… Los Siete Dolores de María redundaban en mi cabeza… volví a mirar ese puñal que representa el Cuarto de sus Dolores al traspasársele el corazón viendo el sacrificio de su Hijo al cruzarse con Él en la Calle de la Amargura. Volví a mirar el rostro de la Virgen, “María Santísima del Mayor Dolor y Traspaso” me dije y sin dejar de observarla comencé a dialogar con Ella… sin apenas darme cuenta la imaginé en aquel momento crucial que cambió el rumbo de la Humanidad dando comienzo a la Historia de la Salvación.
¿Qué sentiste Madre, cuando preparando tus esponsales con José llena de ilusión, se apareció el Arcángel San Gabriel? ¿Qué pensaste? ¿Qué sobrevino sobre Tu Alma cuando te anunció la noticia? Medité… ¿realmente nos hemos parado a pensar lo que María sintió? ¿Lo que supuso para Ella ese momento? Si cierro los ojos te imagino con la dulzura y paz que infundes cuando estamos ante Ti en Fátima…
“No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios; vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo, a quién pondrás por nombre Jesús. Él será grande y será llamado Hijo del Altísimo…” Imagino que sentiste miedo Madre, mucho miedo, te asustarías… y aún así diste el mayor ejemplo de confianza en Dios… “He aquí la esclava del Señor”… pusiste tu libertad a su servicio y confiaste tu dignidad a su cuidado. Y a partir de ahí, viviste por Él y para Él… y siempre con humildad y discreción. Elevé mis ojos al Señor y volví a mirarla a Ella… siempre al lado de Él, siempre a su derecha, siempre ayudándolo, apoyándolo, cuidándolo…
Te miro Madre y te veo sin corona, sin encajes, sin manto… te veo humana… siempre mi visión de Ti en los altares va mas allá del hecho de ser Madre de Dios, Reina de Cielos y Tierra… me has inspirado siempre humanidad, y dentro de esa humanidad, todo lo que puede rodear a un ser humano… ¿Qué sentiste Madre cuando ibas a dar a luz y todas las puertas se cerraban? ¿Qué sintió tu humano corazón al traer al mundo a tu Hijo en un establo?… ¿Nos hemos parado a pensar lo que María tuvo que sufrir? ¿A qué madre no se le partiría el alma al parir en esa situación? Siempre he pensado que la Virgen sufrió mucho pero jamás separó su confianza de Dios… Ella escogida entre todos los mortales luchó en la vida como hoy día y a lo largo de los tiempos lo han hecho, lo hacen y lo siguen haciendo las personas porque Ella era humana. Pienso que quizás por eso es la mejor Mediadora ante el Padre, pues como humana puede entender a todos los que se acercan a pedirle… Ella vivió en primera persona muchas de las vicisitudes que trae la vida, los afrontó con entereza y confianza en Dios.
¿Qué sentiste Madre al tener que huir de tu tierra e ir a un país extranjero? Vemos las imágenes de la inmigración hoy en día y nuestra alma humana se estremece… ¿cómo se estremece la tuya María al revivir en cada una de esas personas tu propia experiencia? Llegar a un sitio nuevo, con las incertidumbres y el miedo… luchar por labrarte una vida nueva en un país extraño, ¿Hemos pensado que María y José dejaron atrás una vida, un hogar, una profesión, una familia…? Cierro los ojos y dejo volar mi imaginación: aprender un idioma nuevo para poder comunicarte, buscar trabajo en alguna carpintería o quizás tener la suya propia… luchar por sacar la familia adelante y lejos de casa, lejos del resguardo de unos padres y de sus consejos y apoyo… En mi opinión María y José fueron muy valientes y ante todo dieron un ejemplo de confianza en Dios.
Sin dejar de mirar a mi Señora, me fijé especialmente en cada una de las seis lágrimas que resbalan por su dulce rostro… ¿cuántas lágrimas derramaste Madre a lo largo de tu vida? Te vemos en el altar rota de dolor al ver a Jesús cargando con la cruz, quizás el dolor más grande que una madre pueda sentir, pero, Tú fuiste hija y esposa… ¿hemos pensado alguna vez que cuando perdemos a un padre o una madre María sintió igual que nosotros? Quizás yo, personalmente, sienta el consuelo al acercarme a Ella porque puede entender mi dolor. Tuvo un padre que la cuidó y protegió, que luchó por y para su hija ¿qué sentiste Madre cuando falleció tu padre? ¿Quizás se te partió el alma como a mí? ¿Como a todos los que vivimos la pérdida de un padre? Cuando me acerco a su altar siento que sus manos me consuelan porque Ella vivió igual que yo el sentimiento de orfandad… ¿y al morir la Señora Santa Ana? Su madre, quizás su mayor apoyo… ¡Qué lágrimas no derramaría la Virgen al ver morir a sus padres!
¿Qué sintió tu corazón Madre cuando se fue tu compañero de vida, cuando murió San José? ¡Cuántas lágrimas al quedarte viuda! al quedarte sola luchando con la vida para sacar a tu Hijo adelante. ¿Nos hemos parado a pensar que Ella sintió la pérdida de un esposo? La Virgen María acoge bajo su manto a todo el que tiene el alma desgarrada cuando se va su pareja, su apoyo, su cómplice… María en su humanidad es conocedora del dolor que sentimos cuando nos acercamos a Ella, nuestras lágrimas son las suyas, nuestro sentimiento es el suyo… por eso no hay mejor Consoladora…
Seguía mirando a la Virgen, sus ojos comenzando a entornarse y perdiendo la mirada, su boca atisba un leve suspiro como cuando el cuerpo ya no puede soportar más dolor y sufrimiento… el cuarto puñal acaba de traspasar su corazón… “Una espada traspasará tu alma”… tal vez el mayor sufrimiento que pueda soportar un ser humano: ver una Madre como maltratan y matan a un Hijo… Creo que sólo el corazón de una madre puede comprender lo que pudo sentir María… ¿Qué siente el corazón de una madre o un padre ante un hijo sumido en la droga? ¿qué siente el alma ante la enfermedad de un hijo? ¿y ante la muerte de un hijo? Siempre escuché a mi abuela Elena decir que “la muerte de un hijo es lo único en la vida que es mucho peor pasarlo que imaginarlo”… y así creo que lo sintió María… ¿cuántas veces recordaste Madre las palabras de Simeón? ¿qué impacto produjeron en ti? Cuando en la Calle de la Amargura te viste frente a frente con Jesús fue la escenificación de tu Cuarto Dolor y cobraron vida las palabras de la profecía… palabras con las que habías vivido… y siempre confiando en Dios… pues hasta en el momento en el que colocaron su cuerpo inerte recién descendido de la cruz en tu regazo, Tu seguías confiando en Dios…
Mirando a la Señora quiero imaginarla riendo y que esas lágrimas en otros momentos fueron de felicidad… ¿Qué siente una madre al ver a su hijo dar sus primeros pasos o pronunciar sus primeras palabras? ¡Felicidad! María en su humanidad sintió la alegría y la plenitud de esos momentos que nos regala la vida. Tal vez una conversación con su padre, un proyecto nuevo con su esposo, un paseo con una amiga, el beso de un hijo, el abrazo de una madre… María sabe estar junto a nosotros en todos los momentos y también en los de felicidad ¿qué siente una madre cuando lleva su hijo por primera vez al Templo y lo encomienda a las manos de María? Cuando nosotros sentimos felicidad María también sabe lo que hay en nuestro corazón, pues Ella misma también lo sintió… ¿Qué sientes Madre cuando nos acercamos a ti con nuestro corazón lleno de dicha? Como Madre Nuestra nos sigues acogiendo bajo tu manto y compartes nuestra alegría.
Volví a mirar la dulce y humilde presencia de María Santísima del Mayor Dolor y Traspaso y elevé mis ojos al Señor… Ella siempre a su lado, callada y confiando en Dios, desde esa ubicación secundaria pero necesaria, como Madre que es, siempre aguantando sus emociones por el bien de su Hijo… ¿Qué sentiste Madre cuando, al pié de la Cruz al lado del fiel San Juan, Jesús pronunció las palabras “Mujer, ahí tienes a tu hijo; ahí tienes a tu Madre”? En ese mismo momento Jesús nos entregó lo más preciado para Él: a su propia Madre… nos hizo hijos suyos y nos dio el mayor regalo: que María sea la Gran Mediadora, pues Ella en su humanidad es la que mejor puede comprender todo lo que nuestro corazón siente; Es la certeza de la entrega y el corazón lleno, guarda en él mil historias, alegrías y también miedos.
Sin despegar mis ojos de mi Señora volví a ver la corona sobre su cabeza, el manto de majestad cubriéndola y los encajes enmarcando su bello rostro… volví a sentirla como Reina de Todo lo Creado y cerrando los ojos recordé mi última Madrugá de Viernes Santo junto a Ella, bajo palio por ser primer Sagrario de Jesús, llena de realeza, caminando con señorío por las calles de Sevilla, en silencio, con la mirada baja y llena de un dolor que le impide escuchar las palabras de su incondicional San Juan pero sin dejar de escuchar nuestras plegarias… sin dejar de ser Madre…
Al abrir mis ojos miré a Jesús y de mis labios solo pudo salir “¡gracias!”… gracias por habernos dado un corazón lleno de amor capaz de entender a todos sus hijos… “Gracias por darnos a Tu Madre para que sea la Nuestra”.
Con mis ojos humedecidos hice la genuflexión mientras me persignaba y encaminé mis pasos a la puerta de la Basílica. Antes de cruzar el dintel, como siempre, me giré y miré una última vez a Jesús del Gran Poder llenándome de la luz que desprende, sonreí y salí del Templo. Volví a cruzar la Plaza de San Lorenzo y simplemente suspiré mientras el reloj daba la hora del Ángelus… Se respiraba el aire de la Tierra de María Santísima…
Elena del Rocío Romero Peralta
diciembre de 2020
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